jueves, 18 de febrero de 2010

Etapa 16: Olveiroa - Finisterre 35 km (el final)

07/06








Estaba difícil dormir nuevamente. El ciclista que estaba en la habitación era otro roncador de primera clase.
Intenté con la música primero y entonces como no había otra manera tuve que poner los tapones de oído.
Me despierto a las 7, ya es tarde, pero paciencia. Preparo todo rápidamente y a las 7:30 salí para tomar café y coger las botas (que se estaban secando) para irme. Todos se habían ido.
Sólo encuentro una pareja belga. Por fin me voy a las 8. No estaba lloviendo y comienzo con una buena velocidad. En el primer bar veo a una alemana que también había empezado en lo mismo horario. Ella parece agradable, puede ser una compañía, tengo que admitir que yo necesitaba de una.
Ella sigue al frente, pero la ultrapaso luego. Decido ir más despacio, quién sabe no consigo charlar con ella.
En un punto encuentro una capilla, Nuestra Señora de las Nieves. Hay un montón de niebla y el paisaje es muy sugestivo.





En la parte superior, camino antes de Cee
Abajo, Nossa Senhora das Neves y, finalmente, el mar!

Finalmente empezé a hablar con ella sobre un bonito crucero que estaba al lado de la iglesia.
Empezamos a caminar juntos. Su nombre es Lizzy y no es de hablar mucho. Descubro que ella es una asistente social, cerca de Stuttgart. Trabaja con enfermos mentales.
Hablo de mi trabajo también. Tengo impresión de que ella tiene miedo de perderse con las flechas del camino y trato de calmarla, porque a veces es así, hay que tener mucho cuidado para no perderlas.
Inicia una lluvia muy fina y la niebla sigue fuerte y ofrece un clima muy interesante, porque no se veía nada del paisaje.
Seguimos caminando juntos, cuando de repente un perro grande aparece de la nada. El perro es muy simpático y luego después llega su propietario. Tuve curiosidad de saber porque en un lugar tan desolado y neblinoso un hombre sale de casa para caminar con su perro.
Inmediatamente me acordé de mi amigo Bernie, el perro peregrino de Toño, dueño de un bar en Castrojeriz (camino francés), y que me proporcionó la rara oportunidad de caminar junto a su pastor alemán por más de 18 kilómetros en los caminos que hice en 2000 y 2002. Lamentablemente, sube de su muerte hace unos años.
Le conté esta historia y otras leyendas interesantes del camino. Me gusta compartir todo lo que he estudiado y aprendido en el camino, especialmente con personas de lengua completamente diferente, porque muchas veces estas personas acaban por no conocer cosas de esta ruta tan especial.
Cuando hablábamos acerca de las razones para hacer el camino, después de una curva, ella proclamó una frase de admiración. Miro para delante y veo una pequeña bahía, era un espectáculo, habíamos llegado al mar. La sensación es indescriptible. Los dos se quedan embobados. Pienso que durante el día todo estaba escondido por la niebla, no se podía ver nada y de repente…
Casi como cuando alguien está poniendo una venda en tus ojos, y después la quita para mostrar una sorpresa.
Ella saca un cigarrillo y se queda para fumar sentada en una piedra, disfrutando de la vista. Me quedo sin saber qué hacer y decido respetar su privacidad y me siento un poco más adelante para también contemplar el paisaje.
Viene un poco de inspiración para escribir algo en aquel momento, saqué mi diario:

'12: 10,
Y de repente todo quedó claro.
La niebla había desaparecido y la vista del mar llegó como un regalo maravilloso.
Yo no estaba solo.
Doy gracias a Dios y al camino por el regalo. "

La ciudad en la bahía era Cee. Seguimos hasta la ciudad y entramos en un bar para tomar un café.
Ella fuma otro cigarrillo, actualiza su diario y me dijo que estaba muy feliz.
Me preguntó lo que haría y le digo que seguiría hasta Finisterre, ella me dijo que continuaría hasta allí también.
Caminamos por la ciudad hasta llegar a un mercado al aire libre. Con tanta confusión hemos perdido las señales del camino. Le pregunto a una persona y esta me muestra la dirección. Lizzy pregunta donde estaba el albergue de Cee.
Entonces ella me dice que había decidido quedarse en la ciudad. Me siento un poco frustrado porque no quiero separarme y seguir solo, pero yo sabía que se me quedaba allí tendría que dejar Finisterre por la mitad. Entonces nos separamos y ella tomó la iniciativa de abrazarme cariñosamente.
Me agradeció por la compañía y le dije que había sido un regalo para mí estar junto a ella en un tramo tan bonito del camino, sobre todo cuando vimos el mar después de la niebla.
Nos abrazamos nuevamente y esta vez cada uno siguió su camino.
Siento un aprieto en el corazón y me quedo aún más frustrado con el camino primitivo. En unos pocos días en el camino francés ya había conocido a más gente y personas "cambiadas" por él. No puedo explicar lo que es esto cambio, pero es una cosa que siento, una sensación que tengo cuando miro a los ojos de los peregrinos.
Sé que ahora serán sólo recuerdos.
Sigo y encuentro una señora austriaca que estaba haciendo el camino, alternando a pie y autobús. Charlo un poco y después me marcho.
Cee es muy bonita, después de la orla marítima tengo que desviar a la derecha y subir un repecho, empieza a llover.
Llego al otro lado de la montaña, recogiendo el mar, en teoría me quedaban todavía unos 12 km.
Paso por pueblos pequeños en la playa. La señalización no es perfecta. La lluvia aprieta.
Estoy cansado y paro un poco, todavía hay 9 km. Disfruto para comer la última cosa que tenía: una naranja.
Espero pasar un poco la lluvia y sigo por carretera. Cuando el camino mejora pues es un sendero, empieza a llover fuertemente. Y había pasado sólo 1 km ... Y así llegué a Finisterre entres hermosas playas y muy mojado.
Los últimos kilómetros fueron realmente duros, porque la lluvia era muy fuerte, las botas estaban completamente empapadas y, por supuesto, después de casi 35 kilómetros tengo que decir que estaba bastante cansado.





En la parte superior, completamente empapado al llegar a Finisterre
Abajo, Finisterre

Finalmente llego, eran por sobre las 5 pm. En el albergue, un señor estaba intentando obtener la Finisterrana (el certificado de haber recorrido el camino de Finisterre), pero como le faltaban los sellos e la hospitalera no cedió. Incluso me preguntó si había visto a ese señor en el camino y yo le dije la verdad, o sea, que no.
Pero al final los demás peregrinos que estaban detrás de mí, han dicho que lo habían visto y así el consiguió el certificado.
Yo cogí la mía, pues era el siguiente en la cola. La misión estaba casi completa, sólo falta llegar al faro y al famoso cabo del Fin del Mundo.
El albergue tenía sitio, pero decido ir a una pensión, estaba completamente mojado y había visto la habitación donde estaban las literas, completamente sin espacio. Sería difícil de secar y arreglar mis cosas para el día siguiente. Además necesitaba un poco de tranquilidad para descansar.
Entro en lo hostal Mariquito, pago 25 euros por una habitación individual. Una chica completamente bizca me hace la inscripción y me da la llave.
Finalmente me voy al faro, sigo por partes de la ciudad que me recuerdan 10 años atrás.
Son casi 3 Km. de caminata. Paso por una iglesia medieval (siglo XII), muy hermosa. Sin embargo, hasta el faro tenía un montón de estrada para hacer.
Un viento muy fuerte y la lluvia me impedían de caminar tranquilamente.





Fotografío el paisaje y, finalmente, llego al faro, siento una buena sensación a pesar de la tormenta. Me abrigo debajo de una especie de galpón, esperando que la lluvia pase.
Ciertamente será imposible quemar cualquier cosa (el ritual dice que en el faro se debe quemar una prenda de ropa o algo desgastado en el camino como un símbolo de dejar las impurezas para detrás).
Llego hasta el extremo, donde el promontorio tiene vistas fabulosas y una estructura de hierro donde los peregrinos dejan sus cosas usadas.







El viento es muy fuerte y pido a dos desconocidos para sacarme una foto.
Voy al bar del faro para tomar un café y un chupito para me calentar un poco.
Yo no tengo ganas de ir. Estoy allí hasta las 10 de la noche, límite de la luz del día. El tiempo mejora y puedo hacer mejores fotos.





En el alto, Cabo Finisterre
Abajo, llegada al punto donde los peregrinos dejan la ropa vieja

¡Vuelvo pronto, porque el camino es largo.
Ceno y reflexiono un poco acerca de todo lo que había sucedido.
Me voy a dormir, porque al día siguiente viajaría a Madrid para encontrarme con viejos amigos del camino de 1999: Ramón y Paz, y quién sabe, José.
Así se acababa mi cuarto camino de Santiago.

Otras fotos da Etapa Olveiroa Finisterre

1 comentario:

  1. Bueno... al final lo has conseguido! Felicidades.
    Recuerdo el Hostal Mariquito...ja, ja... Merce y yo nos quedamos allí hace un par de años.

    ResponderEliminar